domingo, 7 de noviembre de 2010

ZUGARRAMURDI

Hay lugares que destacan en el tiempo por un suceso, un hecho. Esto pasa con el pueblo navarro de Zugarramurdi. Allí, en 1608, la historia comenzó a escribir una destacada página en la leyenda negra de la Inquisición española. Un suceso que conmocionó a la comarca y en el que se mezcló la brujería y el fanatismo religioso. Es especialmente significativa la descripción que hace de la localidad, en su página web, el gobierno de Navarra. “En el Pirineo occidental, superado Baztan y a escasa distancia de la frontera (Francia) está Zugarramurdi, el pueblo de las brujas, donde fantasía y realidad se mezclan para regalar a la imaginación la posibilidad de hacer un apasionante viaje a través del tiempo”. No crean que lo que a continuación vamos a narrar es una conjetura: son hechos reales de los que hay suficientes documentos fiables.
Zugarramurdi fue el protagonista del juicio por brujería más importante que ha habido en España. Comenzamos el recorrido por la historia de este lugar en dos lugares simbólicos que el viajero puede aún observar: la cueva de los aquelarres y el arroyo del infierno. Allí es más fácil comprender lo enigmático de este valle poblado de blancos caseríos, aunque para ello haya que retroceder mucho más atrás en el tiempo.

En el siglo V, en Europa, comienza a extenderse el culto al mal, al demonio. La vieja idea del bien luchando contra el mal comienza a tomar forma y nombre. En Vascongadas, el ídolo recibe el nombre de Akerbeltz. El demonio, en esta zona peninsular, es en realidad un macho cabrío que comienza a ser venerado por muchos habitantes de forma casi clandestina. Hay un cuadro de Goya, Akelarrea, que escenifica este culto. Tal fue la extensión de estas prácticas, que aún hoy se conserva en algunas zonas rurales navarras y vascas la tradición de tener una cabra negra en la manada para tener suerte. Todo este proceso hace que con el paso de los siglos crezca el rechazo al Dios cristiano y se adore al prohibido demonio.

La situación comienza a extenderse de forma peligrosa para los intereses cristianos, y la Iglesia decide tomar cartas en el asunto. Primero se comienza a perseguir de forma individual a algunos herejes, a quienes se acusa de llevar a cabo rituales de brujería en los que se sacrificaba a niños, se practicaban bacanales o se fabricaban “medicamentos” con restos humanos. Aunque la documentación sobre estas secretas reuniones, en las que se practicaban estos rituales, es escasa, se sabe que las misas negras se pasaron a llamar akelarres. El término proviene de un prado que está pegado a las cuevas de Zugarramurdi, donde se celebraban las reuniones de las brujas (significa “prado del cabrón” en vascuence). Por entonces, se contaba que en aquel verde prado pastaba un macho cabrío que se transformaba en hombre cuando las brujas comenzaban sus rituales.

Llegamos así al siglo XVII, cuando el Tribunal de la Santa Inquisición recibe la denuncia de que por aquellas tierras vascas se celebran actos de divinización del demonio. Son años en los que el Santo Oficio persigue cualquier atisbo de herejía y la reacción es rápida y contundente. Hay muchas teorías sobre las causas de la denuncia, aunque todo apunta a que las riñas vecinales pudieron ser el detonante de lo ocurrido.

La teoría más aceptada es que fue la confesión de una niña francesa la que desencadenó los acontecimientos. La joven fue adoctrinada en los rituales de la brujería y tras ser, según su propio relato posterior a un sacerdote, obligada a renegar de Jesús y de todos los santos, aprendió los secretos y supersticiones de las brujas navarras. La vuelta de nuevo a su hogar, en España, hace que la muchacha se asuste de todo lo aprendido y pida confesión. Parece, dice la tradición, que el hecho de que se hubiera negado a renegar de la Virgen María le valió para no ser quemada en la hoguera. En realidad, lo que hizo fue regresar a Zugarramurdi y señalar en primer lugar a María de Yurreteguía como maestra en el culto al diablo, así como a otros habitantes con los que había compartido los akelarres.

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