sábado, 19 de febrero de 2011

YO VENCI A SATANAS II





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YO VENCI A SATANAS II

PETER

Casi un año después, el día en que fue enterrado Peter en el cementerio de Calvary, su colega más joven, el Padre James, converso conmigo durante el servicio fúnebre.
--No importa lo que haya dicho el doctor—el informe oficial hablaba de una trombosis coronaria como causa de su muerte--, él había partido realmente después del último alboroto. Era sólo cuestión de tiempo. Pero Atención, no se trataba de que no fuese valiente y devoto. Era un verdadero hombre de Dios antes y después de todo aquel asunto. Pero fue necesario ese último exorcismo para hacerle darse cuenta que la vida destruye a cualquier hombre decente.
Peter, aparentemente, nunca salió de un gentil ensueño, después del exorcismo de Marianne; y siempre hablaba como si lo estuviese haciendo en beneficio de otra persona presente. Era tan exasperante como escuchar un lado de una conversación telefónica.
--Nunca volvió a ser el mismo-- --dijo James--. Alguna parte de él paso al gran más allá durante el conflicto final, como usted lo llama. –Luego, después de una pausa, murmuró, meditativamente, como para sí mismo--: ¿Puede explicarse eso? Debió nacer en Irlanda hace sesenta y dos años, hacer todo el camino hasta aquí tres veces y sólo para descubrir la tercera vez donde, cuando y como debía morir.
Recibió las órdenes sacerdotales a los veinticinco años de edad y trabajó durante seis años en Kerry. Luego cumplió su primera tarea en una parroquia de Nueva York durante tres años. Estuvo presente, en dos ocasiones, en exorcismos, en calidad de ayudante. En una tercera oportunidad se encontraba allí solo, tuvo que reemplazar al exorcista, un hombre de avanzada edad, que falleció de un ataque cardíaco durante el rito.
Dos semanas antes de emprender un viaje por mar hasta Irlanda para tomar sus primeras vacaciones en tres años, las autoridades eclesiásticas le asignaron su primer exorcismo.
--Es usted muy joven, padre. Me agradaría que tuviese más experiencia—así recordaba él las instrucciones del Obispo--, pero el diablo no le llevara ventaja o ejercerá su influencia sobre usted. De manera que adelante con el asunto.
Duró trece horas y lo dejo mareado e inquieto. Nunca olvidó la declaración de intenciones criminales lanzadas contra él por el hombre a quien había exorcizado. A través de la espumosa saliva y de los dientes apretados, de un olor desprendido de un cuerpo que ha permanecido sin ser lavado durante dos años, el hombre gruñó:
--Tú destruyes el Reino en mí, cerdo irlandés, extranjero de mierda. Y piensas que te estás escapando. No te preocupes. Regresarás por más. Y más. Tu clase siempre vuelve por más. Y te arrancaremos el alma. Te la arrancaremos. Hederás, como nosotros. Al tercer golpe estarás liquidado. ¡Cerdo! ¡Recuérdalo!
Y Peter lo recordó.

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