viernes, 23 de abril de 2010

YO VENCI A SATANAS I


YO VENCI A SATANAS
PLEGARIAS COMUNMENTE UTILIZADAS EN LOS EXORCISMOS Y MENCIONADAS EN LOS CASOS CONTADOS AQUÍ.
Padrenuestro, Ave María, Gloria, Anima Cristi y Salve Regina. I

EL CASO DE EL AMIGO Y EL ALEGRE

Te recomiendo que si eres una persona sensible, no continúes. Si decides continuar, reza, al menos, alguna de las oraciones.

Peter aspiró otra bocanada de aire fresco. Se sentía reacio a cerrar nuevamente la ventana que silenciaria el alboroto que venía de la calle 125 que se encontraba 15 pisos más abajo. Era la primera vez que un Papa recorría las calles de Nueva York, y hasta el aire estaba vivo con la excitación. La caravana de coches que acompañaban al del Papa había dejado atrás el puente de Willis Avenue. El padre Peter cerró finalmente la ventana y regreso a la cama.
La habitación, se encontraba nuevamente en silencio, sólo roto por la respiración irregular de una mujer de 26 años llamada Marianne. Marianne yacía sobre una manta gris arrojada sobre el colchón, desnudo. Con sus pantalones desteñidos, su ceñida blusa amarilla, la palidez de sus mejillas y el blanco desteñido de las paredes que la rodeaban, parecía formar parte de una pintura trágica si no fuese por el extraño rictus de su cara, carecía de expresión.
A la izquierda de Peter, con sus espaldas contra la puerta, se encontraban dos hombres corpulentos. Uno ex policía y amigo de la familia, un veterano que paso más de 30 años en el cuerpo, donde decía, que había visto de todo. Pronto averiguaría que no era así. De edad indeterminada, bastante calvo, vestido de tergal, su rostro era la imagen del asombro. El otro era amigo íntimo del padre de Marianne, a quien los niños llamaban tío, era un asesor fiscal, de cara roja y con los ojos fijos en el rostro de Marianne. A ambos hombres se les había pedido que asistieran al exorcismo de Marianne y controlasen cualquier daño que pudiese intentar hacer o hacerse. El padre de Marianne, un hombre delgado de ojos enrojecidos, permanecía junto al doctor de la familia que se encontraba rezando silenciosamente.
Peter siempre insistía en tener presente a un miembro de la familia durante el exorcismo. Como señalando un contraste en relación a los otros, el doctor, un psiquiatra, era joven y lucía una mirada concentrada, casi estudiada, al controlar el pulso de la joven.
El padre James, acompañaba a Peter, james estaba preparando el equipaje, pero Peter ya había estado allí.
Sobre una mesilla de noche, tiritaban dos velas. Un crucifijo yacía entre ellas. En un rincón de la habitación se encontraba una cómoda.
Era lunes, habían transcurrido 17 horas del tercer exorcismo de Peter en 30 años. Era también su último exorcismo, aunque él no lo sabía. Peter estaba seguro de haber alcanzado ya el punto límite del rito.
En los pocos segundos que tardo en cruzar de la ventana hasta la cama, el rostro de Marianne se había contorsionado hasta convertirse en una masa surcada por una intrincada red de líneas. Su boca se torcía más y más, adquiriendo una forma de S. El cuello, estirado mostraba cada vena y arteria.
El ex policía y su tío se adelantaron a sostenerla. Pero su voz los arrojo inmediatamente hacia atrás, como a efectos de latigazos.
- ¡Putos Vagos! Cada uno de vosotros habéis fornicado con la mujer del otro. ¡Mantened vuestras sucias pezuñas lejos de mí!
- ¡Sujetarla! Mandó Peter enérgicamente.
Cuatro pares de manos la sujetaron con fuerza.
- Jesús ten piedad de mi niña- imploro su padre.
Los ojos del ex policía se salían de las orbitas.
- ¡Tú! – Grito Marianne, clavada en la cama, con los ojos inyectados en sangre-. ¡Tú, Peter el cerdo!
Come mi carne, chupa mi sangre. ¡Y lo ha hecho! ¡Peter! Vendrás con nosotros, ¡Cerdo! Lamerás mi culo y te gustara, Peteerrrr- y su voz disminuyo con la erres, hasta convertirse en un gorgoteo animal.


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